Han partido de mi lecho
los rastros de tu cuerpo y
escucho tu voz, repetida en
un mensaje que se extinguirá.
En antiguos textos médicos,
o en poemas, cuentos y novelas,
ha sido escrito antes ya, claro,
esto que esta noche me sucede:
insomnio cuya etiología es el amor,
desvelo sensual causado por nostalgia
de caricias y palabras suaves al oído,
de seria pasión que a la vez ríe...
No importa cuántos lo hayan dicho:
quererte sólo a vos es lo que quiero.
Ver en todos los rostros el tuyo,
repetir el milagro de tu boca y la mía
que se encuentran dulces, desbocadas...
La noche cede al alba. Soy por vos y para vos.
Me pregunto ahora, al intentar dormir por fin,
si ansioso insomne fuiste también debido a mí.
Quizá sólo yo lo he sido, en exceso por tu causa.
Pero ¿estuve acaso en los sueños que tuviste?
Si así fuera, mi velar no fue entonces algo vano.
Llega, último, el turno de otro interrogante más:
¿qué destino tendrán estas horas y estas líneas?
Ebrio de sueño, ya de día, me respondo y te digo:
soñaré yo a mi vez que sabrás de este tiempo
y de estos versos, que has de leerlos y te gustan.
Que por ellos descubrimos amorosa aritmética:
multiplicado goce al vernos, sonrientes y felices.
Despiertos los dos, la vigilia cede a reales abrazos,
al calor que se mezcla, a nuestros besos tiernos... |
