Un ensayo de muerte
(desearla es vivirla)
me conduce, ávido,
a la vida y sus goces.
Escribo a tu lado
sin que imagines siquiera
que tu cuello, latiendo,
hace caso omiso del deseo.
El silencio nos une y separa.
Tu presencia es esfinge
de la fiebre reciente.
Como si fuera el trágico ciego,
concentra y define mi destino.
¿Develaría el enigma
el acceso a tu mundo?
Jamás lo sabré.
Me queda el sol. Y tu rostro. |