La oscuridad de Brahms
rasga velos sucesivos.
¿Cómo fue que un cuarteto
despertó al cerebro como droga
e impuso tus ojos en mi noche?
¿Es que acaso estás dormido
y cumpliendo mi sueño me soñaste?
¿Es entonces cierto que estas sombras
que Novalis honró en Himnos
se prestan a magias y sorpresas
haciendo posible lo necio, vislumbre
engañosa de sentidos deseosos del engaño?
Ya te fuiste y yo te sigo.
Viajaré el trecho inverso, alucinado.
De pronto llego; es cierto, estás dormido.
Exánime tu cuerpo, sensual, abandonado...
Poseerte en tu sueño, sueño mío.
Inducirte al amor, delirio acariciado.
Renunciar a todo esto, volver a Brahms,
a mi noche, al silencio rotundo,
a la ausencia de tu aliento apasionado.
A la inhóspita y cruel vigilia, desolada.
Sin tibieza y dulzura, sin mi amado...
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