La pornografía de los checos, hoy en día,
es un cóctel con las bacanales de Petronio,
la sensualidad de los cuerpos de Caravaggio
y la fascinación por la juventud de Bertolucci.
(¡Y es así, fíjese, cómo el onanismo del siglo XXI
obtiene su puerta de entrada a la historia del arte!)
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