No por nada Piotr Illich Tchaicovsky
sufrió tantos ataques por sentimental:
En la sinfonía Patética nos cuenta dramáticamente
aquel día en que descubrió que jamás amaría a una mujer.
En el primer movimiento del concierto para violín,
lo imaginamos sonriéndose mutuamente con un joven en Moscú.
En el acto final de El lago de los cisnes, casi lo vemos
bebiendo (suicidándose con) un vaso envenenado de cólera morbus.
Escuchando la suite mozartiana da ganas de pensar
que tras maldecir con ganas (¡Proklyataya, proklyataya!) recordó
algunos momentos felices al elevar sus ojos al cielo antes de morir…
|