Veo la contundencia de tus pectorales
y esos pies cruzados sobre la arena:
disfrutás, quieto, de pereza playera.
Ahora, motor movido por el deseo,
me acerco lo más que puedo a tu sillita
y gozo la hermosura del motor inmóvil.
El aristotelismo anda por todas partes.
¡Incluso veranea en la costa atlántica!
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