"Es poéticamente / como el hombre habita la tierra...", escribió Friedrich Hölderlin. La sentencia parecería alejada de nuestra realidad. Pero lo que el gran lírico alemán quería recordarnos es que la palabra creadora, la dadora de nombre, es la que sustenta la condición humana. Precisamente, José María Trujillo apela a una carta de Hölderlin de 1801, como pórtico para este poemario cuyo sello primordial es el afán de elevación espiritual. Una de las secciones se titula "Poemas religiosos"; las restantes: "Poemas musicales"; "Poemas serranos"; "De interrogantes y dudas"; "De encuentros y esperanzas"; "Epistolario y evocaciones"; "De instantes y certezas"; "Poemas de poemas" y "Final, a manera de dedicatoria". Es un impulso hacia la trascendencia que excede en mucho a lo religioso y late, incluso, en esos poemas amorosos donde lo eterno del deseo va unido a la lucidez de la fugacidad. O en el cierre del poema "Música de todos". Allí, tras el inicio: "Lo que logra Beethoven/ Al dar vida a la orquesta/ Es que sueñe otros encuentros", las últimas líneas ofician de puente entre los arpegios musicales y la indescifrable melodía del universo: "Los acordes del teclado, / Tímidos a veces, enérgicos en otras, / Palpitan como mi propia voz, / Estrangulada pero feliz, al saber/ Que estoy vivo y ansioso/ Por ejecutar la parte que me toca/ Del pentagrama de enigmática finitud. "El homenaje a la música abre el libro; pero los músicos, poetas, artistas, filósofos y santos (incluyendo un muy humano diálogo con Jesús), irrumpen aquí y allá a través de sus delirios, ilusiones y estremecimientos. Incluso hay un poema a Ramsés II, como metáfora de lo fugitivo de la gloria. Otro consagrado al barón von Richthofen, as de la aviación alemana, explicita el respeto pluralista del autor hacia el ser humano, en especial aquél que "habiendo podido ser amigo/ se transforma en fatal oponente". El intimismo de los últimos textos hace tándem, a su vez, con la evocación de la "Naturaleza seráfica y violenta" de los poemas serranos, escenario de angustiosos interrogantes metafísicos más que cobijo de placidez: una mariposa sugiere la reencarnación, la luna hace sentir un desasosiego cíclico... El poema breve "Silencio" tipifica tanta profunda, bella inquietud: "Sólo interrumpido por un gallo precoz, / Este terrible mutismo serrano merecería/ Un alarido digno de Poe o Conan Doyle. / Pero es un auto lejano el que lo quiebra, / Y la truculenta novela queda inconclusa." |