Me saluda una niña pequeña, que va
De la mano del padre, contento con ella.
Le respondo y me quedo pensando
En que nunca volveremos a vernos
(O no lo sabremos).
¿Qué será de su vida?
¿Cuánta felicidad merece la ingenua sonrisa?
Tanta como todos merecemos a esa edad.
Pero la vida es extraña a la hora de otorgarla.
En un camino de menta y peperina
Recuerdo a la niña y sonrío de nuevo.
Me ha regalado una porción de su alegría.
La vida es extraña al repartir merecimientos.
Pero brinda sutiles aromas.
También cándidos y tiernos encuentros. |