Cada tanto, mirarse en el espejo
Resulta un ejercicio del asombro.
Sin vértigos, aclaremos, conducentes
A otras dimensiones fantásticas.
Tampoco el instante se prolonga
En repetidos interrogantes a lo Hamlet
(No hay además regicidios ni está Ofelia
En el reducido espacio de mi baño).
Sólo la sorpresa de estar allí,
De constatar que el gesto cotidiano
Corrobora la existencia.
Resultó ser amigable, con los años,
Este rostro que parece decir algo.
No atino, sin embargo, a darme cuenta.
Lo saludo, y sigo con mis cosas...
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