El paseo de la Torá
Abre nuestros corazones.
Mi amigo parece un serio rabino,
Y la radiante sonrisa de su esposa
Me trae al instante el recuerdo
De su idéntico rostro, cuando los hijos,
Casi hombres ahora, llegaban al mundo...
Un verdadero espíritu sagrado
Nos inunda a todos, unidos por la emoción,
Cuando los jóvenes, mujer y varón, y también
Sus padres y abuelos, expresen las frases;
Rituales algunas. Candorosas por espontáneas,
Con lágrimas que nacen del amor, otras.
La oficiante invita a cantar e insiste, inspirada,
En lo más valioso que una religión puede dar:
Humanizarnos más, hacernos mejores...
Luego, habremos de comer y de beber, y bailaremos.
Como lo hicieron las tribus de Israel, y también
Sus descendientes, junto a los gentiles, en Toledo.
Ahora es en Buenos Aires, impensado destino
De los remotos ancestros. Quizá hoy, de algún modo,
Hayan ellos danzado y reído con nosotros.
La fiesta llega a su fin. Los invitados partimos,
Y los amigos agradecen que allí hemos estado.
Curioso: nos dan las gracias luego de habernos
Brindado un sábado de privilegiada amistad.
Así los padres, así los hijos.
(“Por los frutos los conoceréis...”) |