Has vuelto a mí, Elena,
Siempre en sueños...
Tu presencia esta vez
Coincide con fiebre y dolor,
Con sangre profusa que
Lavo en la madrugada, solo.
Pienso en vos, en mi culpa
De no haber sabido quererte.
Desmesurado, traspongo mi
Momento, de banal gripe,
En aquel otro, trágico y ficticio,
Tras el asesinato de Duncan.
Shakespeare inmortalizó el gesto
Como sinónimo del remordimiento.
En mi sueño volvemos a querernos,
Sabiendo que no somos quienes fuimos,
Conscientes de que el tiempo ya partió.
Fuiste mi dulce y triste historia de amor,
A la vez lejana y permanente, Elena...
Incapaz fui yo de ser la tuya para siempre.
No maté a un rey. Hice algo peor.
Lavo mi sangre y sigo esperando
A quien me salve del crimen cometido.
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