Avanzo por avenidas porteñas.
La estación de radio elegida
Pasa alegre música veraniega,
Digna de altoparlantes playeros.
Por un instante imagino estar
A bordo de un coche deportivo
Con el viento golpeando mi rostro.
Es una expansión hacia la vida
Que porta bríos adolescentes,
Sorprendentemente recuperados.
De la cinematográfica escena
Vuelvo al humilde trayecto.
Es un hermoso día primaveral.
Acompaño a mi padre, en el
Rutinario camino a la dentista.
En estos, sus únicos paseos
(Breve tregua de monacal reclusión)
¿Regresará su mente a otros viajes?
¿Será este aire fresco nostalgia de otros aires?
¿Le brinda sostén para seguir, o la vida externa
Le impone, excesiva, un vértigo apabullante?
Habitual ya en sus años de limitaciones,
La serena sonrisa, como testigo, parece indicar
Que la invalidez del cuerpo no lo es del alma.
Esa lentitud física, lejos de profundizar rictus
O dolores imaginarios del pasado,
Ha sido para él paradójica ventana
Hacia la suavidad de los actos mínimos.
La paradoja se pronuncia todavía más,
E incluso en sus malhumorados arranques
Late y asoma presta la gratitud, con precoz
E inteligente olvido de todo lo olvidable.
Solemne, casi de hierro fue por mucho tiempo.
Debilitado junco con ojos cariñosos que preguntan
Por los otros, sangre de su sangre, es mi padre hoy.
No hablamos nada de todo esto, pero ambos lo sabemos.
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