Esta vez vuelvo a verte fugazmente,
Fotográfica, a través de la ventanilla.
El hostal (recuerdo su patio español),
El cerro (empapado quedé en el paseo)
Y la iglesia de la Compañía de Jesús:
Suntuosidad barroca en altar y retablo
Con grata sencillez de blancura externa.
Quizá por la presencia de Loyola
Estén aquí los ángeles arcabuceros,
En anacrónica escolta del santo guerrero.
Además de silencio y pinturas cuzqueñas,
Otro arte mayor hay en el pueblo:
Una amable señora que cocina
Pasteles de choclo y de quínoa.
Imposible dar fe de milagros o dones.
Arduo es pensar en la Cruz que fue impuesta
Y en aquellos que debieron dorar los maderos.
Es sencillo en cambio sonreír a los niños
Que miran con ojos pasmados, abiertos...
Y comer en la sombra, con suaves tonadas,
Aceptando pasteles con frutos del suelo.
|