Sonrisa, silencios y frases justas.
Uno adivina los pesares que supo
Recibir y sabe cuántos cuidados
Ha brindado hasta la extenuación.
Está siempre allí, en su sillón, en
Ese privado ámbito de emociones
Y dolores, dispuesta a escuchar.
Hay saberes de libros y hospitales
En ella, sí, pero los ha trascendido
Y su ayuda parece proceder más
De la profunda, dulce humanidad.
Sacralidad laica en las íntimas
Sesiones que se repiten, reiteración
De los vericuetos del alma herida
Que la psicóloga, pacientemente,
Hilvana con firme delicadeza.
No ha tenido hijos propios.
Muchos lo somos en el cariño...
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