Me hubiera gustado volver a oírle
Melodiar sus versos provincianos.
No será posible. Por eso recorro
Desiderátum en alta voz y pienso:
“Hablaré un poco con Hernández.”
Leer su poesía es disfrutar la vida
En infancia deslumbrada: aroma
Tucumano de azahares y naranjas,
De la madre y el padre en el jardín,
De la siesta, los pájaros, las brevas,
De erotismo que nace y se ignora,
De palmera y de jazmín floreciente
Que se impone turbio a los sentidos,
Que crece como cuerpo adolescente.
Y amores que perecen y regresan,
Que insisten desnudos y sedientos,
Aunque muertos están, sin cuerpos
Que palpiten, segados por los vientos.
Lo saludo Juan José, donde sea que esté,
En la nada que habita. Que nada no será, jamás,
Pues su voz no ha partido, su voz no se marchita...
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