Se hizo noche, y la playa
Es rumor, aguas negras y espuma.
Espero paciente a la perezosa luna.
Recibo a dos compañeros que,
Cansinos, no ladran ni apremian.
Se sientan gustosos a mi lado,
Compartiendo una espera que ignoran.
“Solo falta que hablen”, decimos
De ellos; cachorros o no, tienen
Siempre algo de niños: van de un
Estímulo a otro, curiosos e inquietos.
Los dos juntos parecen negar
Esa soledad que llamamos perruna.
No parece tan fiero el destino.
¿En que piensan los perros?
Quizás algún olor o sabor
Rememore en ellos una vivencia.
¿Hay imágenes de madre o lugares?
¿De peleas, caricias, suculentas comidas?
¡Ah, finalmente la luna llegó!
Es un disco naranja con pictórica
Y romántica nube, cual velo de novia.
Mis amigos los perros, que corrieron
Frenéticos tras una rápida motocicleta,
Se han perdido, sin pena, la escena.
De pronto uno de ellos contagia al cofrade
Y van entusiastas tras un matrimonio.
Se sientan ahora a su lado: el innato
Hábito de buscar amparo humano.
Se diría, enseguida, que observan atentos
A aquellos que pescan con red en las aguas.
La orilla refleja una bella sombra naranja.
Los del tramayo ya salieron del mar.
Misterio lunar elusivo y los perros ya idos.
La luna y los perros...
Raro y lindo mundo éste, ¿no es cierto?
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