Pobre Strindberg (su locura...)
Atemperada, sofocada la mía.
Sin estridencias, llevo años
Con fantasmas benévolos,
Casi amigos, camaradas...
Acostumbrado a frustración
Que se hace letra y poema,
Comparto con este hombre
De otro siglo la regurgitación
De las fuertes, rabiosas pasiones
Que no saben llegar a su destino.
Él no pudo gozar, eso sí, de esta
Particular y quimérica invención
De espíritus a control remoto que
Son parte hoy de nuestras vidas.
¿Necesito yo compañía catártica
Para exorcizar un amor imposible
Que decide regresar a hostigarme?
Ni tragedia griega o drama isabelino,
Ni naturalismo del sueco perseguido.
Es una homeopatía cinematográfica
La que viene en mi auxilio. Espectrales
Y curativos amigos que elijo a voluntad:
Enciendo la doméstica pantalla, presiono
La tecla adecuada y... ¡voilà! Ya lo tengo.
Hoy el medicamento se llama Casablanca.
Ahí están Humphrey Bogart e Ingrid Bergman
Democratizando las turbulencias de los amores
Contrariados, de felicidad fugitiva como arena...
Las miradas, los gestos, las palabras, la trama toda
Se transforma en receta de clínico sagaz: al beber
La dosis completa, soy ya otro. He sufrido con esta
Arquetípica pareja maltratada por las circunstancias
Y me dispongo, curado, a iniciar una bella amistad.
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