A Néstor Vicente
A veces creo ver a un gran profesor trajinar
De nuevo esos pasillos entre pupitres del aula,
Perdido en sus pensamientos con inmóvil sonrisa
Que hilaridad supo darnos, enseñando para siempre
Sobre gramáticas reglas, el análisis sintáctico, del soneto
Y sinalefas, endecasílabos y Garcilaso, de esas coplas de Manrique:
“...avive el seso y despierte...”, del Mester de Clerecía y el otro de Juglaría.
Nos acercó a nuestras plumas: de lunarios poeta solemne el lejano Lugones,
De Sabato El túnel oscuro; de Echeverría aquel matadero y sus negras pasiones.
Cortázar y su Bestiario, el Quiroga turbulento de amores, locura y muerte,
Y aparición de risas en escuela de varones pues rol de fémina a alguno seguro
Tocaría en suerte, en lecturas de teatro de Conrado Nalé Roxlo y del español
Casona, con títulos de poesía: sobre una dama en el alba, de la sirena su cola.
Me gustaría decirle cuánta razón él tenía, cuánto estímulo sembraba con
Ésas sus caminatas, sobre distintas lecturas locuazmente persuadiendo.
Reían y a la vez callaban aquellos adolescentes, sopesando si era cierto
Aquello que nos decía: de lo bello que sería perderse en viajes leyendo...
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