A la pequeña Lucrecia,
con deseos de gran felicidad
Hemos hecho juntos minucioso y alegre inventario
De zoología cordobesa: saludamos a vacas, ovejas
Y pavos, caballos y patos, chivos de prolijas barbas,
Laboriosos pájaros carpinteros y fugitivas cotorras...
Fui privilegiado interlocutor de historias de princesas
Y debí responder interrogantes con prisas y sin pausas.
Hubo diálogos que incluyeron los relatos de sus sueños
Y enérgica sugerencia de urgente ingreso al noviazgo.
¡Viví el vértigo del súbito pasaje de la carcajada al llanto!
He vislumbrado a una portentosa actriz del porvenir
O bien generala con notables aptitudes para el mando.
Me cuenta que fue grande ya, y es tal la intensidad del brillo
De sus ojos cuando jugamos, con risas, a dejarnos llevar
Por la potente corriente de las aguas del río, que su aparente
Fantasía infantil se transforma en completa verdad: ella sabe
Mejor que nadie de qué trata ese asunto que a los adultos tanto
Trabajo, a los golpes, nos cuesta entender: disfrutar de la vida.
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