A Teresa Esteban Navajo,
nuestro hispánico ángel protector
Esta madre que tengo certera puede decir,
Como el poeta: He andado muchos caminos.
Con entusiasmo envidiable recorre y observa
El mar y los montes, las gentes y las ciudades...
He presenciado su asombro en iglesias y capillas,
En los parques y tranvías; en museos con tapices,
En diminutas callejas y en la fastuosa Gran Vía.
Supo ella disfrutar de impar comida española;
Donde va, amigos hace: ¡hasta ángela de guarda
En Madrid ha conquistado y su amistad atesora!
Alegre nos ha llevado esta estupenda anfitriona
Por madrileños circuitos, a Toledo panorámica,
A Segovia y a La Granja, al imponente Escorial,
A hospitalaria familia que su cariño ha brindado.
Los expertos en visitas dan a mi madre custodia
Brindándole su cobijo; del bracete la conducen
Y al buen oído le hablan: aprecia así la belleza
De pinturas y esculturas en paseos con el hijo.
Se emociona con historias de estos pueblos
Y sus viviendas notables; no pierde ningún
Detalle, absorbe sin desperdicio este banquete
De espíritu que incluye la torre Eiffel, el Sena
En la noche y día, el tren de la Verde España,
Un Quijote callejeando y conventos medievales.
Punto culmine sin duda Santiago de Compostela:
La fachada de la casa donde su padre nació, la iglesia
De su bautizo, las calles que caminó. Sopa de grelos,
Bonito, sardinas y pulpo a feira; el vinito de Ribeiro,
El gran obispo Gelmírez, Granell y el botafumeiro.
El alma, la panza y ojos resultaron bien saciados
Con el camino europeo y las risas compartidas.
Dice el dicho que una sola es la madre que ha tocado.
Yo me doy por muy contento con la animosa viajera
Que la vida, sin pedirlo, generosa me ha obsequiado...
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