Quien escribe estas líneas imagina que Hermann Hesse, o alguien como él (con afinidad por la reflexión y la montaña) podría o puede –nunca se sabe- haber escrito esto: “Todo aquel que ha tenido el privilegio de llegar a la cima de una montaña -no importa su altura- debería detenerse a pensar en qué medida ese momento guarda relación con su vida entera”. Es decir, si su proeza geográfica, grande o pequeña, se acompaña del conocimiento de la cima (o cimas) de su persona. Si la respuesta fuera negativa, se hace necesario entonces una segunda etapa del pensar. ¿Por qué fue –es- así? ¿Por pereza, por insuficiente entrenamiento, por urgencias perentorias que lo impidieron? No parece haber muchas otras opciones. Pero sí una que seguramente algún lector diría apenas terminado de leer el argumento. Es esta: “A mí me gustan las llanuras”. Respuesta concluyente, ¿verdad? Ahora veamos que puede esconderse detrás de la misma.
El que escribe estas líneas piensa que básicamente dos tipos de personas pueden responder así (excluyendo por cierto a los que verdaderamente aman lo llano): quienes no son capaces de distinguir llano de meseta o altura, por un lado; o bien quienes llegan a las cimas sin percatarse de ello, o sea los sabios, por el otro.
Quien escribe estas líneas sabe que lamentablemente no pertenece a este último grupo pero cree que afortunadamente tampoco al primero. Y además sí gusta de las montañas, aunque -no sabe muy bien por qué-, no ha logrado cimas dignas de mención.
Dejamos al amable lector un enigma. O más de uno. Veamos: Quien dice que no gusta de la montaña, ¿dirá la verdad o evita confesar que llegar a una altura requiere esfuerzo? Por otro lado, ¿tiene sentido insistir en lograr cimas cuando los huesos, la psique, el alma quizás, muestran sus evidentes limitaciones? Este último enigma lo tiene particularmente desvelado a quien suscribe, por lo cual agradecerá cualquier indicación al respecto. Muchas gracias.
Postdata: Quedaría por supuesto por debatir qué entendemos por “cimas personales”. ¿No terminamos de entender a veces que lo que en algún momento creíamos que eran cimas fueron en realidad a la postre “simas”, verdaderos fosos de los cuales nos costó bastante salir? Pero en fin, esto ya no pertenece al terreno de lo enigmático, sino propiamente al de las arenas movedizas.
Amable lector, arrivederci…
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