Se lo acusó, según han soplado los vientos de las cambiantes historiografías, de masón o de agente inglés. Quizá no se le perdone que habiendo sido héroe no haya gozado del ejercicio de máximas potestades (o bien terminado en el suplicio). Los verdaderos héroes ¿ambicionan el poder o los cambios que el mismo permite?
Él eligió ser casi un olvidado abuelo en una zona periférica de Francia, usando sus medallas como juguete para las nietas. Quizá por eso no murió antes de úlcera o tuberculosis.
Quería vivir y eligió hacerlo a su manera. Para ello renunció, aunque cuando debió (y quiso) fue héroe, atravesando incluso la cordillera con recurrentes dolencias. Se dirá: si hubiera estado verdaderamente acorde consigo mismo, no habría tenido esas fiebres, los dolores crónicos, las hemorragias. Aquí está la falacia, creer que o bien uno está acorde consigo mismo y es inmune a todo (negando nuestras tendencias biológicas y al cuerpo como manifestación de inevitables conflictos) o bien somos totalmente impotentes frente a la enfermedad que nos doblega. Lo que San Martín como paciente psicosomático nos muestra no es la aspiración a no padecer absolutamente nada en la vida, sino a vivir plenamente a pesar de padecer.
Acerca de renuncias y neurosis Freud afirmaba que, en realidad, ningún humano renuncia verdaderamente a nada, sino que cambia un placer por otro en la perpetua búsqueda de satisfacción libidinal. En ese sentido, parece razonable pensar que el general, abandonando el heroísmo permanente, supo elegir la transacción que su espíritu necesitaba. Suena interesante como ejemplo a seguir: sortear los vericuetos de la enfermedad, física y mental, consiste en aprender a realizar los trueques adecuados que la vida va pidiendo.
San Martín nos legó su famoso apotegma: “Serás lo que debas ser o si no, no serás nada”. Tengo para mí que esta frase, propuesta como clave en la orientación de la propia vida, no alude a una idea del deber en el sentido normativo social, sino al implicado en el muy laborioso e inacabable ejercicio de la ética. El ajuste a la “norma” no fue evidentemente la característica de su vida. Por el contrario, en su anormal desapego a honores y usufructos del poder, mostró con claridad su concepto del descubrimiento del propio deber, el que cada uno de nosotros debe elegir a plena conciencia, fruto de una profunda indagación personal en la cual el resto del mundo -aunque testigo- permanece ajeno a la decisión, incluso cuando ella implique el liderazgo o el retiro de los otros.
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